¿Existirá un manual que nos enseñe a acompañar? Posiblemente
sea tan probable como la existencia de una manual para ser buen padre... Meros
intentos, pero nada aplicable a toda persona o toda situación. En la cultura
venezolana, existió un personaje muy popular de una telenovela, Eudomar Santos,
quien puso de moda un dicho que rezaba así: "como vaya viniendo, vamos
viendo". Al parecer, esta frase se puede aplicar en diversos ámbitos y más
cuando se debe acompañar a alguien que esté pasando por una situación de
vulnerabilidad a causa de malestares del cuerpo o alma, porque no sabemos cómo
actuar, sólo lo hacemos a medida de transcurre el hecho.
Hermoso cuando el acompañado se siente bien con su acompañante. |
Cuando se está involucrado en una situación de
hospitalización, como acompañantes, no es difícil experimentar sensaciones de
tristeza, pero es nuestro deber sobreponerse ante esta situación y convertirse
en herramienta para contener aquellos sentimientos de duelo que puedan embargar
a la persona con salud disminuida y sus demás acompañantes.
No podemos darnos el "lujo" de convertirnos en
protagonistas y creer que nuestro dolor es superior al de los demás. El
acompañante debe ser una persona que pueda ayudar y no entorpecer el proceso
que atraviesa el acompañado.
A quienes están involucrados en el área sanitaria, se les
suele tildar como personas inhumas e insensibles, pero en muchas ocasiones
simplemente han adoptado posturas (a veces inadecuadas) para no resultar “tan”
afectado emocionalmente.
Habiendo revisado algunos artículos de Elisabeth Klüber –
Ross y Natalia Plá Vidal quienes hablan acerca del proceso de duelo y la
actuación del acompañante, se pueden hacer diversas interpretaciones, pero
aquí he preparado una especie de decálogo que bien podría servir para la
persona que acompaña:
I. No
juzgar. La actitud del acompañado o de sus acompañantes, no deben ser un
motivo para juzgar.
II. Saber
callar. Para acompañar, no es necesario emitir palabras, a veces el
silencio resulta más apropiado.
III.Evitar
el protagonismo. El acompañado no necesita estar en un segundo plano, él es
protagonista de su situación… de su momento, no es el momento del acompañante.
IV. Saber
a quién se acompaña. No todos los acompañados se parecen, son personas
diferentes, con necesidades diferentes.
V. No mentir. Cuando el acompañado pregunte algo, responder con la verdad o buscar a la
persona adecuada que pueda responder.
VI. No ofrecer. Aquello que no se puede cumplir, no se puede ofrecer.
VII. Conocer
qué tiene el acompañado. El acompañante debe manejar la información de
aquello que aqueja al acompañado.
VIII. No llorar. El acompañante debe manejar sus emociones.
IIX. Saber
motivar. Es necesario alentar en el acompañado aspectos de su vida que le
permitan luchar para cumplir sus anhelos y vivir mejor, sin que su situación
sea impedimento.
X. Dejarse
influir por el acompañado. El acompañante debe estar dispuesto a dejar que
el acompañado influya en su vida.