sábado, 9 de noviembre de 2013

Los niños aprenden en el Hospital



A veces tenemos la falsa creencia de pensar que los niños que reciben tratamientos en los hospitales están ajenos a lo que allí y con ellos sucede, pero resulta falso, porque ellos son unos aprendices perfectos y constantes.

Hace poco una paciente de 6 años se encontraba recibiendo tratamiento y el enfermero le pregunta a la mamá que era lo que le estaban poniendo y la mamá vio al techo, a las paredes y hasta me vio a mí pretendiendo que yo le diera la respuesta y entonces la niña respondió, en estos momentos estoy recibiendo Vancomicina cada 6 horas y en la mañana me colocaron asparaginasa vía intramuscular. Ante esta respuesta los 3 adultos que allí nos encontrábamos (enfermero, mamá y yo) no hicimos otra cosa que reírnos porque ella, una niña de 6 años no sólo sabía lo que recibía, sino que manejaba nombres y términos.


En otra ocasión esta misma niña fue capaz de mandar a buscar con su mamá a una enfermera para decirle que tenía malestar estomacal uy que por favor le colocaran Ondasetron y Omeprasol. La mamá no sabia que esto se podía colocar al mismo tiempo y al doctor que en ese momento se encontraba de guardia, no le quedó otra que reír y decir que ella ya estaba lista para dar las indicaciones medicas. Desde ese día convertimos a Rai en la Medico Adjunto del Servicio.


Esto es una muestra de lo que son capaces de aprender nuestros chicos en los hospitales y es entonces que surge una pregunta: ¿Qué impide a los niños que están en situación de hospitalización, continuar sus estudios si son capaces de aprender incluso desde lo que les duele en el hospital? En lo particular, considero que con la guía de los profesionales adecuados, pueden seguir siendo los niños que juegan, ríen y aprenden.

viernes, 9 de agosto de 2013

Recaída

Este documento no llevará la imagen de ningún paciente, sólo la que cada lector pueda crearse en su mente. La letra del texto es verde, porque es el color de la esperanza. Las palabras aquí plasmadas, serán referentes de una situación específica. De la persona que escribo es una chica a la que tengo pocos días de conocer, pero con la que ya me he enganchado. Aunque a nivel de posición profesional yo soy la Maestra, es ella quien me está enseñando a mí. Sólo pensar en las cosas que quiero decir, hacen que en mi garganta se forme un nudo inexplicable y que a mis ojos llegue el momento de la lluvia.

No soy médico, de hecho, estoy muy lejos de serlo, pero me he tenido que adaptar y conocer de algunas cosas de las situaciones que se viven dentro de un ambiente hospitalario. Sé de diagnósticos, sé de tratamientos, sé de estudios, sé de rostros… Algunas veces me puedo jactar de lo que sé, pero en otras oportunidades he sentido que saber puede dar miedo. Tengo poco más de 5 años de haber llegado al mundo de la Pedagogía Hospitalaria y le agradezco a Dios de manera infinita esta oportunidad porque he aprendido, disfrutado y vivido bastante. Hay quienes dicen que debo tener corazón de hierro para soportar las situaciones que aquí se viven, pero por el contrario, cada día aparecen nuevas emociones, es como si los sentimientos evolucionaran. Puedo reír y llorar en el transcurso de 5 minutos sin necesidad de tener un trastorno de conducta.

Quizás es un tanto trillado este pensamiento, pero que a una persona le digan que tiene cáncer significa una mezcla de sentimientos negativos que van desde el dolor, hasta la ira, pasando por el sentimiento de culpa. Seguimos buscando el por qué a esa enfermedad y no lo conseguimos, porque no es posible que alguien merezca semejante sufrimiento, pero cuando el cáncer lo padecen los niños, las interrogantes aumentan al igual que el dolor.

No voy a describir la enfermedad, pero si trataré de hablar de una palabra que para un paciente que está fuera de tratamiento, significa algo superior a todo lo anterior y esa palabra es RECAÍDA.

En el tiempo que tengo trabajando con chicos que atraviesan la enfermedad he visto como algunos la superan y otros no, como algunos de ellos recaen y la vuelven a superar y como otros no o como algunos simplemente no recaen y quizás nunca recaerán; pero nunca me había tocado una oportunidad como la que tengo ahora.
Hace pocos días me tocó conocer a una chica genial, aunque todo el mundo me la describió como un ser casi despreciable, incluso ella más de una vez me ha hablado de su mal carácter, la percepción que tengo es totalmente diferente. No sé si le caí bien o si tengo una especie de ángel para chicos con carácter “fuerte” y a estas alturas puedo decir que han sido pocas veces he sido víctima del mal genio de muchos de ellos. No sé qué hago, trato de ser lo más natural, incluso creo que a veces les he tenido que halar las orejas (metafóricamente), para que agarren “mínimo”. Esta chica me contó que con su llegada al hospital le había pedido a una trabajadora que saliera de su habitación, porque no estaba de ánimo para recibir a nadie Así me lo hizo saber una doctora y aunque la quería conocer, me dio un poco de nervios el pensar con que me pudiera salir a mí, pero aun así me fui a su habitación (casi que arriesgándome a que me lanzara un objeto contundente en lo que me viera entrar), me presenté, presenté a mi compañera y ella empezó a hablar y después a sonreír… Explicó el incidente de la mañana y lo resumiré así: Estaba llegando al hospital, viendo la cama, acomodando todo y pensando en las cosas que tengo que pasar otra vez; simplemente no estaba para atender nada más.

Entonces fue cuando de su boca nos dijo que estaba a punto de cumplir 10 años para que la declararan De alta cuando empezó a ver que había algo extraño y es entonces cuando le empiezan a realizar estudios que aunque en estos momentos no saben el diagnóstico, lo cierto es que apareció un tumor.

sábado, 4 de mayo de 2013

Manual para acompañar


¿Existirá un manual que nos enseñe a acompañar? Posiblemente sea tan probable como la existencia de una manual para ser buen padre... Meros intentos, pero nada aplicable a toda persona o toda situación. En la cultura venezolana, existió un personaje muy popular de una telenovela, Eudomar Santos, quien puso de moda un dicho que rezaba así: "como vaya viniendo, vamos viendo". Al parecer, esta frase se puede aplicar en diversos ámbitos y más cuando se debe acompañar a alguien que esté pasando por una situación de vulnerabilidad a causa de malestares del cuerpo o alma, porque no sabemos cómo actuar, sólo lo hacemos a medida de transcurre el hecho.

Hermoso cuando el acompañado se siente
bien con su acompañante.

Cuando se está involucrado en una situación de hospitalización, como acompañantes, no es difícil experimentar sensaciones de tristeza, pero es nuestro deber sobreponerse ante esta situación y convertirse en herramienta para contener aquellos sentimientos de duelo que puedan embargar a la persona con salud disminuida y sus demás acompañantes.

No podemos darnos el "lujo" de convertirnos en protagonistas y creer que nuestro dolor es superior al de los demás. El acompañante debe ser una persona que pueda ayudar y no entorpecer el proceso que atraviesa el acompañado.

A quienes están involucrados en el área sanitaria, se les suele tildar como personas inhumas e insensibles, pero en muchas ocasiones simplemente han adoptado posturas (a veces inadecuadas) para no resultar “tan” afectado emocionalmente.

Habiendo revisado algunos artículos de Elisabeth Klüber – Ross y Natalia Plá Vidal quienes hablan acerca del proceso de duelo y la actuación del acompañante, se pueden hacer diversas interpretaciones, pero aquí he preparado una especie de decálogo que bien podría servir para la persona que acompaña:

I. No juzgar. La actitud del acompañado o de sus acompañantes, no deben ser un motivo para juzgar.

II. Saber callar. Para acompañar, no es necesario emitir palabras, a veces el silencio resulta más apropiado.

III.Evitar el protagonismo. El acompañado no necesita estar en un segundo plano, él es protagonista de su situación… de su momento, no es el momento del acompañante.

IV. Saber a quién se acompaña. No todos los acompañados se parecen, son personas diferentes, con necesidades diferentes.

V. No mentir. Cuando el acompañado pregunte algo, responder con la verdad o buscar a la persona adecuada que pueda responder.

VI. No ofrecer. Aquello que no se puede cumplir, no se puede ofrecer.

VII. Conocer qué tiene el acompañado. El acompañante debe manejar la información de aquello que aqueja al acompañado.

VIII. No llorar. El acompañante debe manejar sus emociones.

IIX. Saber motivar. Es necesario alentar en el acompañado aspectos de su vida que le permitan luchar para cumplir sus anhelos y vivir mejor, sin que su situación sea impedimento.

X. Dejarse influir por el acompañado. El acompañante debe estar dispuesto a dejar que el acompañado influya en su vida.