viernes, 9 de agosto de 2013

Recaída

Este documento no llevará la imagen de ningún paciente, sólo la que cada lector pueda crearse en su mente. La letra del texto es verde, porque es el color de la esperanza. Las palabras aquí plasmadas, serán referentes de una situación específica. De la persona que escribo es una chica a la que tengo pocos días de conocer, pero con la que ya me he enganchado. Aunque a nivel de posición profesional yo soy la Maestra, es ella quien me está enseñando a mí. Sólo pensar en las cosas que quiero decir, hacen que en mi garganta se forme un nudo inexplicable y que a mis ojos llegue el momento de la lluvia.

No soy médico, de hecho, estoy muy lejos de serlo, pero me he tenido que adaptar y conocer de algunas cosas de las situaciones que se viven dentro de un ambiente hospitalario. Sé de diagnósticos, sé de tratamientos, sé de estudios, sé de rostros… Algunas veces me puedo jactar de lo que sé, pero en otras oportunidades he sentido que saber puede dar miedo. Tengo poco más de 5 años de haber llegado al mundo de la Pedagogía Hospitalaria y le agradezco a Dios de manera infinita esta oportunidad porque he aprendido, disfrutado y vivido bastante. Hay quienes dicen que debo tener corazón de hierro para soportar las situaciones que aquí se viven, pero por el contrario, cada día aparecen nuevas emociones, es como si los sentimientos evolucionaran. Puedo reír y llorar en el transcurso de 5 minutos sin necesidad de tener un trastorno de conducta.

Quizás es un tanto trillado este pensamiento, pero que a una persona le digan que tiene cáncer significa una mezcla de sentimientos negativos que van desde el dolor, hasta la ira, pasando por el sentimiento de culpa. Seguimos buscando el por qué a esa enfermedad y no lo conseguimos, porque no es posible que alguien merezca semejante sufrimiento, pero cuando el cáncer lo padecen los niños, las interrogantes aumentan al igual que el dolor.

No voy a describir la enfermedad, pero si trataré de hablar de una palabra que para un paciente que está fuera de tratamiento, significa algo superior a todo lo anterior y esa palabra es RECAÍDA.

En el tiempo que tengo trabajando con chicos que atraviesan la enfermedad he visto como algunos la superan y otros no, como algunos de ellos recaen y la vuelven a superar y como otros no o como algunos simplemente no recaen y quizás nunca recaerán; pero nunca me había tocado una oportunidad como la que tengo ahora.
Hace pocos días me tocó conocer a una chica genial, aunque todo el mundo me la describió como un ser casi despreciable, incluso ella más de una vez me ha hablado de su mal carácter, la percepción que tengo es totalmente diferente. No sé si le caí bien o si tengo una especie de ángel para chicos con carácter “fuerte” y a estas alturas puedo decir que han sido pocas veces he sido víctima del mal genio de muchos de ellos. No sé qué hago, trato de ser lo más natural, incluso creo que a veces les he tenido que halar las orejas (metafóricamente), para que agarren “mínimo”. Esta chica me contó que con su llegada al hospital le había pedido a una trabajadora que saliera de su habitación, porque no estaba de ánimo para recibir a nadie Así me lo hizo saber una doctora y aunque la quería conocer, me dio un poco de nervios el pensar con que me pudiera salir a mí, pero aun así me fui a su habitación (casi que arriesgándome a que me lanzara un objeto contundente en lo que me viera entrar), me presenté, presenté a mi compañera y ella empezó a hablar y después a sonreír… Explicó el incidente de la mañana y lo resumiré así: Estaba llegando al hospital, viendo la cama, acomodando todo y pensando en las cosas que tengo que pasar otra vez; simplemente no estaba para atender nada más.

Entonces fue cuando de su boca nos dijo que estaba a punto de cumplir 10 años para que la declararan De alta cuando empezó a ver que había algo extraño y es entonces cuando le empiezan a realizar estudios que aunque en estos momentos no saben el diagnóstico, lo cierto es que apareció un tumor.

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